domingo, 5 de diciembre de 2010

VISIÓN OBJETIVA SOBRE LA IGLESIA

Hermanos en Cristo. Este tema: "Visión objetiva sobre la Iglesia" está dirigida a las relaciones: "Jerarquía-Laicos". En efecto, la Iglesia tanto del pasado como la del presente, se ha caracterizado por la separación entre la Jerarquía y laicos. Digo esto porque en mi larga vida eclesial, he visto y he palpado esta diferencia abismante entre las funciones de unos y de otros.

Esta falta de comunión, ha dejado en claro que en la Iglesia hay como dos iglesias, la jirárquica y la de los laicos, aunque a lo largo del tiempo se han hecho grandes esfuerzos para un acercamiento y realizar una tarea común por el bien de toda la Iglesia.

A veces da la impresión, de verdaderos acercamientos y distribución en las tareas comunes. Y otras veces, vemos como que se ahondan esas diferencias de separaciones. Ahora veamos lo que realmente quiso Jesús al instituir su Iglesia. No la Iglesia de Pedro o de Pablo, ni la de las jerarquías. Sino la Iglesia de Jesucristo.

Cuando se habla de "Iglesia" se suele decir: Iglesia jerárquica-Iglesia de los fieles". ¿Acaso Jesús instituyó dos iglesias? o ¿instituyó una sola Iglesia?. La verdad única, es que Jesús instituyó una sola Iglesia. Cuando Jesús le pregunta a sus discípulos: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Pedro contestó: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." A lo que Jesús le replicó: "Feliz eres Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi  Padre que está en los Cielos. Yahora yo te digo: "Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta  piedra edificaré mi Iglesia; y los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo (Mateo 16, 15-19).

Ahora bien, en la Iglesia de nuestro tiempo, a partir del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) se pensó que las relaciones entre los cristianos de la Iglesia, iban a ser más equitativas y más cercanas entre sí, y por el hecho de haber definido en el Concilio "Que todos los cristianos éramos Iglesia".

Pero, en la realidad esto no cambió, y se mantuvo una Iglesia dividida entre sí. En mi experiencia como cristiano , no sólo veo una Iglesia dividida en dos grupos, aunque aparentemente se vea una sola, sino que llego a observar como cuatro realidades dentro de ella: "Los consagrados, por el sacramento del Orden; otro es el de los relgiosos (as); otro el de los laicos y el cuarto, al que yo denomino, "los del amén".

Los primeros, es decir, los consagrados, son los llamados "Jerárquicos", como son el Papa, Cardenales, Arzobispos, Obispos, Sacerdones y Diáconos. Toda esta Jerarquía, tiene el poder y autoridad en la toma de decisiones referente al quehacer de toda la Iglesia.

Los segundos, son los llamados "Religiosos (as) o Congregaciones que viven su vocación y su fe, en grupos o en comunidades y que están sujetos a un Superior o Superiora. Estas comunidades pueden ser consultadas, pero no tienen poder para tomar decisiones.

El tercer grupo, el de los Laicos, llamados "consagrados" porque asumen algún servicio pastoral o de conducción en parroquias o capillas, y que también están llamados a coordinar, y en forma extraordinaria algunos servicios "ministerios": Catequitas, lectores, acólitos, servicio para presidir en forma extraordinaria tanto el bautismo y matrimonio, distribuir la Comunión dentro de la celebración Eucarística y la Comunión a los enfermos.

Finalmente, está el grupo mayoritario de los "Fieles". Estos fieles, no tienen niguna toma de decisión de de orden. Sólo son llamados "bautizados y miembros fieles de la Iglesia, que tienen carácter por el Sacramento del Bautismo, la condición de "Sacerdote, Profeta y Rey", pero que no saben como ejercerlo porque no lo entienden.

Estos "Fieles pasivos", es decir, son aquellos que van con regularidad a las celebraciones de las Misas dominicales, peregrinaciones y también en los funerales por los difuntos. (Exequias)

Sobre estos cristianos se podría decir mucho respecto a su pasividad y su falta de compromiso con su fe en el Señor y su Iglesia.. Pero sólo digamos que estos nunca se interesaron por ser evangelizados, o porque nunca se sintieron llamados por Dios.
Lo que se debería agregar es, que estos nunca se han sentido plenamente identificados con Jesucristo y su Iglesia. Aunque, también podríamos decir a favor de ellos, es que nunca vieron a la Iglesia interesarse por ellos. Ecepto, en casos puntuales. Pero lo cierto es nunca se encontraron con cristianos verdaderamente comprometidos y verdaderos evangelizadores.
Recuerdo, que una vez preparado una misión en una Villa, unas familias nos dijeron: "Al fin la Iglesia se acordó de nosotros".

Lo cierto es que nadie puede llegar a ser un buen cristiano, sino es llamado para ser evangelizado y para tener una verdadera conversión y un compromiso eclesial.

Lo único cierto y verdadero es que los ojos de Dios, todos somos iguales en dignidad y derecho, porque uno es el Señor, y todos vivimos de la misma fe y esperanza, y todos hemos sido bautizados en esa misma fe. Debemos entender que el Bautismo, nos ha hecho hijos de Dios, y hermanos de Jesucristo en el Espíritu Santo.

En la Iglesia todos somos iguales, aunque en ella se den diferentes funciones, "gracias, o dones" y servicios. Deberíamos decir, entonces: "que todos los cristianos hemos recibido de Dios la calidad de hijos suyos, y que cada cristiano tiene una palabra que decir de su Padre Celestial a los demás.

Lo que debemos tener claro, es que nadie puede atribuirse el ser dueño de la verdad, porque la "VERDAD" no está en uno solo, sino que la verdad se hace y construye entre todos los hijos de Dios. Debemos saber, que Dios no es mezquino, y que sus bienes no se los da a unos pocos, sino que Él los reparte entre todos sus hijos los hombres.

Al creyente le viene esa dignidad de Dios mismo, quién nos creó a su "imagen y semejanza" en su Espíritu y Verdad. Por lo tanto no puede haber cristianos de primera, o segunda, o tercera, o cuarta categoría.

Lo importante, es saber reconocer la legítima diversidad de dones y servicios que el Espíritu distribuye para el servicio de la "comunidad", y para que esta crezca y se desarrolle según el designio y querer de Dios para todos los hombres.

De la Iglesia en sí, nadie es dueño. Ya el Señor, les decía a sus discípulos: "Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones, actúan como dictadores, y los que ocupan cargos abusan de su autoridad". (Pero, muchos que tienen cargo o alguna autoridad sobre los demás, no hacen caso de las palabras de Jesús) que dice: "Pero no debe ser así entre ustedes. Por el contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, será en servidor de todos.

Sepan que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida como rescate por una gran muchedumbre. (Marcos 10, 42-45).

Es cierto que toda institución necesita un orden para que todo funcione, es decir, un oreden administrativo que lleve a cabo los objetivos que esa institución requiere para servir. Pero ésta, no puede hacerse en forma arbitraria, sino respetando a los demás por su condición de miembros de esa institución.

Ya San Pablo, al hacer una comparación de la Iglesia con un cuerpo, decía: "Aunque las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo uno solo. Así también Cristo. Todos hemos sido bautizados en el único Espíritu para que formemos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos, o griegos, esclavos o libres (1Corintios 12,12-30.) (Recomiendo leer todo el capítulo12 para comprender el sentido de la comparación.

La verdad es que nadie puede decirle a otro: "a ti no te necesito" porque nadie puede suplir a los demás, porque tanto en que conduce, como el que barre el templo y hace el aseo, son importantes para que el cuerpo instituido funcione para todos..

Un solo miembro no basta para formar un solo cuerpo, sino que hacen falta muchos otros. Supongan que diga el pie: "No soy mano, y por lo tanto yo no soy del cuerpo". No por eso deja de ser del cuerpo. O también, que la oreja diga: "Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, cómo podríamos oler?

Dios ha dispuesto los diversos miembros colocando cada uno el cuerpo como ha querido, porque así a sido su beneplácito y su voluntad desde el principio. En la diversidad, San Pablo añade: ¿Acaso son todos Apóstoles? ¿son todos Profetas?, ¿son todos Maestros?, ¿pueden todos hacer milagros, curar enfermos, hablar lenguas o explicar lo que se dijo en lenguas?.

Ustedes con todo aspiren a los dones y carismas más elevados, y yo quisiera mostrarles un camino que los supere a todos. Esta es la comparación que podríamos tomar para nuestra Iglesia que también es un cuerpo, y donde cada miembro pueda realizar un servicio distinto de los otros y para el buen común de todo el "Cuerpo Míticode Cristo".

En nuestra Iglesia, nadie puede atribuirse ser el más importante que los demás. El Obispo, sólo, no podría realizar su "acción pastoral" si no pudiera contar con un consejo que pudiera realizar esas tareas y que lo pudieran asesorar.

Por eso, el Obispo para realizar su "pastoreo" en su territorio juridiccional, debe nombrar "ayudantes". Para esto nombra sacerdotes como "Vicarios Episcopales", Decanos, Párrocos y Diáconos.
Pero frente a la gran multitud de cristianos que quedan sin servicio eclesial, llama, e invita a todos los cristianos a participar al interior y exterior de su territorio a su cargo. Estos llamados, son los "Laicos" que van prestando servicios al pueblo de Dios en aquellos lugares que no pueden llegar los consagrados.

Por esto es importante tomar en cuenta a todos los demás. Saber y aceptar si alguno falta para que la labor no se corte y quede inconclusa. De allí, la importancia tanto del que preside como del que ejerce funciones inferiores desde el punto espiritual y humano, porque para Dios es así.

Por esto nadie puede considerarse mayor o más importante que los demás, como decía Jesús a sus discípulos: "¡el que quiera ser más importante, que se haga el último, haciéndose el servidor de todos".

Para que esto pueda ser posible esta realidad utópica para muchos, necesitamos "empaparnos del amor de Cristo", y vivir en plenitud su amor y misericordia. Ser humildes para reconocer nuestras debilidades y defectos.  San Pablo, al conocimiento de Cristo, decía: "No soy yo en que vive, si no que es Cristo quien vive en mí.

Hasta pronto.                                                                                                                                             

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